jueves, 4 de julio de 2019

Mishaal y Khaled. La princesa árabe que se enamoró de un plebeyo

La verdadera historia de Jazmín y Aladino. La princesa árabe que se enamoró de un plebeyo.

Se llamaba Mishaal nació en un palacio en Arabia, su nombre completo al nacer fue  Mishaal bint Fahd bin Mohammed Al Saud . La niña era una autentica belleza árabe y la favorita de toda la familia Al Saud, que es el nombre de la casa real reinante en Arabia Saudita.

En la década de 1960, Mohammed Ibn Abdelaziz Al Saud, el sexto hijo de Ibn Saud, fundador del estado Saudí, se convertiría en el jefe del Reino de Arabia Saudita. El príncipe heredero no llegó a gobernar. En marzo de 1964, el hermano menor de éste, Faisal bin Abdelaziz, fue nombrado regente y ocho meses más tarde, tras obligar a Sa'ud a abdicar, se convirtió en rey. Abolió el cargo de primer ministro convirtiéndose en gobernante absoluto.

Mohammed era un hombre temperamental y de muy mal genio, arrastrado por su alcohólico empedernido, lo que le imposibilitaba para asumir el cargo como rey, aunque el consumo de alcohol en Arabia Saudita está prohibido, ¿quién podría echárselo en cara al hijo de Ibn Saud? Su hermano menor y quien le obligó a abdicar a su favor en 1925 lideró al Ejército en la victoria en el reino de Hiyaz, convirtiéndose en virrey al año siguiente. En 1932, fue ministro de Asuntos Exteriores del recién creado reino de Arabia Saudí y después primer ministro, hasta terminar siendo el rey, como decíamos: Khalid.

A pesar de perder lugar en la sucesión al trono Saudí no así su notoriedad, Mohammed continuó siendo una de las personas más importantes del estado. A menudo, el rey Faisal le pedía consejo, luego también su medio hermano, el rey Fahd, cuando subió al trono en 1975, al ser asesinado Fáisal en un majlis por un sobrino. Además, fue considerado el miembro más rico de la familia real de Arabia Saudita.  Mohammed Ibn Abdelaziz Al Saud: tuvo seis hijos, Fahd, Bandar, Badr, Saad, Abdullah y Abdul Aziz, de diferentes esposas.

En 1958 a Mohammed le nació su nieta, Mishaal, (nuestra Jasmín) su ojito derecho. Desde la infancia, ella creció en el lujo, sin preocupaciones, dueña de infinidad de doncellas que la cuidaban, le servían en bandeja de plata, agasajada por todos en el palacio. Incluso el rey Khalid, el tío de la niña, bebía los vientos por la princesa Mishaal.

La descendencia del fundador de Arabia Saudita, Abdulaziz bin Saúd​ o Ibn Saúd, es de unos 7 mil príncipes-emires. De 12 esposas le nacieron 45 hijos, quienes se convirtieron en los legítimos herederos del trono y así toda su descendencia futura. De entre ellos, a uno se le asignó ser el esposo de nuestra Jasmín, Mishaal, el destino de las niñas está escrito casi inmediatamente después de su nacimiento. Los padres eligen a su futuro esposo; Ad pedem litteræ, y se excluye cualquier Addenda.

Así que tan pronto como la joven belleza creció, los padres decidieron que se casaría con uno de los muchos primos-príncipes. ¿Cuál de todos ellos? No importaba, lo único que importaba y lo principal era la continuación de la saga, todo lo demás no son mas que formalidades inútiles.

Mishaal en realidad nunca fue dueña de su propio destino y eso, para una adolescente que tuvo siempre todo lo que quiso, hizo cuanto se le antojó, era duro de asumir.

No tenía sentido hablar con sus padres sobre este tema, así que la princesa pidió que antes del matrimonio quería obtener una educación superior. Y, como siempre: lo que pedía la bella princesa ¡Concedido! Así que la enviaron a estudiar a una universidad en el Líbano. En Arabia Saudita en ese momento no había oportunidad de obtener una educación para una mujer.
En cuanto a ésto, los derechos de las mujeres locales son todavía muy limitados en este país. Por ejemplo, si una niña es violada, entonces ella será responsable ante la ley, ya que supuestamente "provocó" al abusador.

Mishaal fue al Líbano acompañado por numerosos guardias y sirvientes. Pero incluso la supervisión durante todo el día no le impidió hacer lo que suele suceder a las chicas de 19 años: enamorarse de un joven encantador. El objeto de su adoración era el hijo del embajador de Arabia Saudita en el Líbano, Khaled al-Shaer Mulhallal, nuestro Aladino. En cualquier país occidental el hijo del embajador probablemente pertenecería a la alta sociedad, en cambio en Arabia Saudita, un país donde los príncipes-emires hereditarios realizan la mayoría de las funciones de poder, se lo consideraba un plebeyo.

El romance de la princesa Mishaal y Khaled (Jasmín y Aladino) inicialmente no tenía oportunidad de un final feliz para la pareja. De acuerdo con las leyes de Arabia Saudita, para cualquier relación entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio, los jóvenes podrían enfrentarse a la pena de muerte. No se sabe con certeza si los amantes decidieron ir tan lejos. Sin embargo, el hecho de que la princesa se quedara a solas con un extraño fue suficiente para causar un escándalo.

A pesar de todos los riesgos, Mishaal y Khaled continuaron comunicándose. Dado que la niña siempre estuvo rodeada por una gran comitiva, no fue posible mantener su romance en secreto durante demasiado tiempo. Al regresar a Arabia Saudita, uno de los sirvientes le contó al rey la extraña conexión de la princesa con un plebeyo.

Luego, al darse cuenta de que su vida estaba en peligro, Mishaal dio un paso aún más arriesgado: trató de escapar. La niña llegó a la ciudad de Jeddah, ubicada en el Mar Rojo, tiró su ropa cerca del agua, con la esperanza de que fuera dada por muerta al ahogarse; se vistió como un hombre y fue al aeropuerto.

Aquí la aventura "holibudiense" o Disney de Jasmín y Aladino; Mishaal y Khaled acaba feliz y subidos en una alfombra mágica, sus padres, abuelos, hermanos y todos los súbditos sonríen...

Pero el verdadero final no fue ese: en el aeropuerto, utilizando documentos falsificados, la princesa intentó salir del país, pero los oficiales de seguridad del aeropuerto la reconocieron y la llevaron bajo custodia.

Cuando Mishaal fue traída de regreso, ella compareció ante la Corte. Según la ley, el adulterio debe ser confirmado por al menos 4 testigos, pero en el caso de la princesa no podría haber tal teoría. Además, no hubo necesidad de testigos, ella misma admitió que existió una relación íntima. De hecho, tanto si fue cierto, o que la princesa lo dijo como un gesto de protesta contra las duras reglas de la Sharia o sabedora de la pasión que despertaba en todo el palacio desde niña; no lo sabemos o no importa demasiado. En cualquier caso, ella fue declarada culpable.

Incluso para la nieta favorita del gobernante de Arabia Saudita, no puede haber concesiones. ¿Pero qué sucede si una princesa se enamora de un joven Aladino y quiere unir su vida con él? Esta es la historia de un amor con un final tan trágico, nada parecido al de Jazmín y Aladino, el de Sheresade.

Khaled al-Shaher Mulhallalla fue inmediatamente condenado a muerte, pero durante algún tiempo la condena de la princesa quedaba en suspenso. El mismo rey Khalid insistió en que la niña puede ser salvada. Pero ahora el abuelo de la belleza oriental, Mohammed ibn Abdulaziz Al Saud, apodado Abu Sharayan ("Padre de dos males") por su mal genio, dijo: la pena de muerte espera al infractor.

El 15 de julio de 1977, Khaled y Mishaal fueron llevados a la plaza central. El proceso fue dirigido por el propio Mohammed Al Saud, su abuelo. Los dos jóvenes atados y presentados al público. Como la princesa era miembro de la familia real, logró evitar la lapidación. Pusieron a la niña de rodillas y le dispararon en la cabeza. Khaled estaba esperando una ejecución más brutal.

Por lo general, se invita a un verdugo profesional a ejecutar una sentencia de muerte, lo que salva al delincuente de padecer un sufrimiento innecesario. Pero en algunos casos, para endurecer el ya severo castigo, esta tarea se confía a un aficionado. Y también a Khaled.

Se ordenó que se le cortara la cabeza por uno de los miembros de la familia de Mohammed, inexperto en el uso de la espada. Como resultado, la cabeza fue cortada de los hombros del desafortunado Khaled solo con el quinto golpe. Es terrible imaginar qué tipo de sufrimiento experimentó el joven en esos últimos momentos de su vida.

Mohammed ibn Abdelaziz Al Saud admitió que nunca se arrepintió de lo que hizo con su nieta. Según él, incluso el hecho de que la princesa, por ser mujer, estuviera en la misma habitación con un extraño era suficiente para castigarla.
Fin


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