martes, 30 de noviembre de 2021

La historia del viejo Jim

 El viejo Jim, cada día, a las 12🕛, Jim entraba a la Iglesia ⛪ por no más de dos minutos y luego salía. 

El sacristán, que era muy curioso, un día detuvo a Jim y le preguntó:  

—¿A qué vienes cada día?

—Vengo a orar  

—¡Imposible! ¿Qué oración puedes decir en dos minutos?  

—Soy un viejo ignorante, oro a Dios a mi manera.  

—Pero ¿qué dices?  

—Digo: Jesús, aquí estoy, soy Jim. Y me voy.  

Pasaron los años. Jim, cada vez más viejo, enfermo, ingresó al hospital, en la sección de los pobres. Cuando parecía que Jim iba a morir, el sacerdote y la religiosa enfermera estaban cerca de su lecho.  

—Jim, dinos ¿por qué desde que tú entraste a esta sección todo ha mejorado y la gente se ha puesto más contenta, feliz y amigable?

—No lo sé. Cuando puedo caminar, voy por todas partes visitando a todos, los saludo, platico un poco; cuando estoy en cama llamo a todos, los hago reír a todos y hago felices a todos. Con Jim están siempre felices.  

—Y tú, ¿por qué eres feliz?  

—Ustedes, cuando reciben diario una visita, ¿no son felices?  

—Claro. Pero ¿quién viene a visitarte? Nunca hemos visto a nadie.  

—Cuando entré a esta sección les pedí dos sillas: una para ustedes, y otra reservada para mi huésped, ¿no ven?  

—¿Quién es tu huésped?  

—Es Jesús. Antes iba a la Iglesia a visitarlo ahora ya no puedo hacerlo; entonces, a las 12, Jesús viene.  

—Y, ¿qué te dice Jesús?  

—Dice: ¡Jim, aquí estoy, soy Jesús!…  

Antes de morir lo vimos sonreír y hacer un gesto con su mano hacia la silla cercana a su cama, invitando a alguien a sentarse… sonrió de nuevo y cerró los ojos.  

(Cuando me faltan las fuerzas y no logro ni siquiera recitar mis oraciones, repito: «Jesús, aquí estoy, soy Francisco». Me entra el gozo y el consuelo, experimento que Jesús me responde: «Francisco, aquí estoy, soy Jesús»)

Extraida del libro "Cinco panes y dos peces" Cardenal Francisco Xavier Nguyen van Thuan


sábado, 30 de octubre de 2021

«Ecce crucem Domini»

 †

(Tomado del libro "Habla un exorcista" del pater Gabriele Amor
T original: Un esorcista racconta)







¿Miedo del diablo? Responde santa Teresa de Jesús Contra los miedos injustificados al demonio, reproducimos una página de santa Teresa de Ávila, tomada de su Vida (capítulo 25, 20-22). Es una página alentadora, a menos que seamos nosotros quienes abramos la puerta al iem»mo... 

«Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es, y sé que lo es, y que con sus esclavos los demonios — y de ello no hay que dudar, pues es fe —, siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí?¿Por qué no he de tener yo fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en breve tiempo, que no temiera tomarme con ellos a brazos, que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos; y ansí dije: — Ahora venid todos, que siendo sierva del Señor, yo quiero ver qué me podéis hacer. »Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quedé sosegada, y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy: ¡Jorque aunque algunas veces los vía, como diré después, no les he habido más casi miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí. Quedóme un señorío contra ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Parécenme tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. »No saben estos enemigos derecho acometer, sino a quien ven que se les rinde, o cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos, que los tienten y atormenten. Pluguiese a Su Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello ansí. Que espantados nos train estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites; que entonces, juntos ellos con nosotros mesmos, que nos somos contrarios, amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán; porque con nuestras mesmas armas les hacemos que peleen contra nosotros, puniendoen sus manos con las que nos hemos de defender. •Ésta es la gran lástima. Mas si todo lo aborrecemos por Dios y nos abrazamos con la cruz y tratamos servirle de verdad, huye él de estas verdades como de pestilencia.Es amigo de mentiras y la mesma mentira; no hará pacto con quien anda en verdad. Cuando él ve escurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo cosa de juego de niños, ya él ve que éste es niño, pues trata como tal, y atrévese a luchar con él una y muchas veces. •Plega el Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés; ¡y una higa para todos los demonios!, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: ¡demonio, demonio!, donde podemos decir: ¡Dios, Dios! y hacerle temblar. Sí, que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite.¿Qué es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mesmo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el Señor, que tan de veras me ha ayudado!»