Una de las muchas incongruencias de nuestro mutilado panorama cultural estriba en el hecho de que, pese a haber alcanzado la obra de Lovecraft una extraordinaria difusión en castellano, siguen siendo prácticamente desconocidos los autores -tan importantes o más que él- que configuraron la peculiar temática y los planteamientos narrativos que se reflejan en el ciclo de relatos conocido como los Mitos de Cthulhu.
Nombres como Arthur Machen, Algernon Blackwood, lord Dunsany, Robert Chambers, Thomas Owen o el propio William Hope Hodgson, apenas dicen nada al lector de habla castellana, incluso al aficionado a Lovecraft, y ello por una razón muy sencilla: porque las obras de estos maestros no han sido publicadas -o actualmente no son asequibles- en castellano.
Con la publicación de La Casa en el confín de la Tierra, pretendemos iniciar una serie de libros orientada hacia la «recuperación» de esa importante vertiente de la narrativa de nuestro tiempo (o cualquier otro) que halla en Lovecraft su máximo exponente.
Sería difícil encontrar un autor más adecuado que William Hope Hodgson y una obra más oportuna que La Casa en el confín de la Tierra para iniciar una serie de este tipo, de igual modo que sería difícil encontrar para la misma un traductor y asesor más capacitado que Francisco Torres Oliven
El pretexto narrativo (diario encontrado entre unas minas misteriosas), el peculiar relato en primera persona, la singular adjetivación, el tipo de sensaciones y percepciones descritas, las turbadoras entidades evocadas..., todo en Hodgson anuncia los parámetros estéticos y conceptuales de lo que serían los Mitos de Cthulhu, y no es aventurado señalar en él al auténtico maestro de Lovecraft, el autor cuya influencia fue más profunda y duradera en el solitario de Providence.
Con la serie que hoy iniciamos, y que viene a añadirse a los diversos volúmenes que hemos dedicado a Lovecraft y sus seguidores, nos proponemos ofrecer al lector de habla castellana una visión lo más amplia y coherente posible de uno de los fenómenos literarios más notables de nuestra época de falso racionalismo y neurosis colectiva.
HODGSON Y EL TERROR CÓSMICO LOVECRAFTIANO
WILLIAM HOPE HODGSON (1875-1918) es quizá uno de los escritores más enigmáticos e interesantes, dentro del amplio y multivario ámbito de la literatura de miedo anglosajona. Alguna vez han llegado a decir de él los propios ingleses que es our best writer of ghost stories (el Liverpool Courier). No sé si es el mejor. Realmente, parece cuestión difícil otorgar el primer puesto a uno, habiendo tantos y tan buenos cultivadores del género. Por mi parte, podría citar al menos una docena de nombres con méritos suficientes como para ocupar ese pretendido primer puesto. Ahora bien, lo que sí es evidente, es que Hodgson debería figurar en primera fila, si se quiere hacer justicia a su excepcional aportación a este género, y precisamente en el sesgo de sobrecogedora originalidad que tanto hemos admirado en Lovecraft y el círculo lovecraftiano. A este respecto, quisiéramos que la presente aparición en España de La Casa en el confín de la Tierra se interpretase como un sincero, esfuerzo por recuperar su nombre también para nosotros.
En cuanto a los países de habla inglesa, Hodgson cayó en el olvido a partir de su muerte, a finales de la Primera Guerra Mundial, y así permaneció hasta la aparición, en 1921, de la segunda edición de La Casa en el confín de la Tierra —la primera se publicó en 1908—. A partir de entonces, un ferviente admirador suyo, el norteamericano Hermán C. Koenig, hizo cuanto pudo por llamar la atención de los aficionados sobre los libros de Hodgson, contribuyendo con entusiasmo a la publicación de casi todos ellos. Posteriormente, Arkham House —la editorial que Derleth y Wandrei crearon con el exclusivo fin de publicar debidamente la obra de Lovecraft— se encarga de sacar en un volumen los cuatro libros hodgsonianos de mayor fuerza evocadora: The Boats of the «Glen Carrig», The House on the Borderland, The Ghost Pirates y The Night Lana. En 1947, Derleth saca otro libro suyo: Carnacki. En Francia aparece una colección de relatos cortos con el título de La Chose dans les algues; y poco a poco, demasiado lentamente quizá, va siendo cada vez mayor el número de los que reconocen su indiscutible valor. En España, Hodgson sigue siendo un escritor maldito, un autor olvidado y sin acólitos.
Sin embargo, bastantes años antes, el propio Lovecraft se había sentido fascinado ante el mundo prodigioso, desconocido, poblado de pesadillas y dominado por fuerzas elementales, que Hodgson desvela en sus relatos sobre el mar y sobre visiones cósmicas. En su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, afirma Lovecraft que «son pocos los que pueden igualarle en la evocación de la proximidad de unas fuerzas abominables y de unos seres monstruosos que nos acosan...».
La influencia que Hodgson ejerció en él fue sin duda tan decisiva como la de Poe, lord Dunsany o Arthur Machen, por ejemplo. Concretamente en lo que se refiere a la gestación de ese conjunto de relatos que forman el ciclo de Cthulhu, el peso de Hodgson es quizá esencial. Sin embargo, inexplicablemente, esta cuestión se ha tenido muy poco en cuenta a la hora de analizar las fuentes lovecraftianas. Es sorprendente. Jacques Van Herp alude a este hecho, muy de pasada, diciendo que no sabemos combien marquante fut l'inflüence d'Hodgson (sur H. P. L.). Lin Cárter, que ha dedicado un ensayo de 200 páginas al estudio de la génesis y desarrollo de los Mitos de Cthulhu, no dice una palabra al respecto. Pero el caso es que hay relatos de Lovecraft —El modelo de Pickman (1926), La llamada de Cthulhu (1926), etc.—, en que resulta hasta llamativa la transparencia de la estética y la técnica hodgsonianas.
Es sabido que en Lovecraft hay dos etapas o ciclos bien diferenciados entre sí: una primera etapa mágica, onírica, maravillosa, impregnada de orientalismo, fruto de su doble entusiasmo por Poe y lord Dunsany, que cristaliza en los relatos de Randolph Carter y que culmina en 1926, con el famoso Dream-Quest of the Unknown Kadath; y otro ciclo más negro, más tenebroso, de un tremendo poder de atracción, que tuvo la virtud de aglutinar a toda una pléyade de jóvenes escritores, dispuestos a desarrollar con entusiasmo todas las posibilidades que este nuevo material literario ofrecía. Al margen de estos dos ciclos, Lovecraft escribe también una serie de relatos independientes, imposibles de incluir en ninguna de las anteriores secuencias.
El segundo ciclo de relatos, que se inicia cronológicamente en 1921 con El sabueso y La ciudad sin nombre, alcanza su momento culminante con La llamada de Cthulhu, para mí el más hodgsoniano de todos. Lo portentoso dunsaniano queda relegado a un segundo plano, ante la fuerza de una fantasía más descarnada, más tremenda, en la que aparecen extrañas, monstruosas entidades que acechan, amenazadoras, desde los abismos más tenebrosos. Aquí las conciencias de los hombres se sienten súbitamente arrebatadas de sus envolturas carnales, y desplazadas a desconocidos planos donde se confunde y entremezcla la locura y la razón lúcida, la materia y el sueño, el pasado y el futuro, mientras unas deidades grotescas, deformes, nauseabundas y torpes gozan de una inmortalidad letárgica que se asimila a la muerte. Y es en este segundo ciclo —al que él consagra catorce cuentos, pero que sus discípulos amplían con sus aportaciones personales a ciento treinta, más o menos—, en donde, de una manera más consciente, Lovecraft trata de plasmar la idea básica de su estética: el terror cósmico; el miedo entendido como una experiencia emocional ante fuerzas elementales sobrecogedoras, incomprensibles, que el hombre intenta explicarse desde una conciencia oscura, y ancestral, o desde una razón insuficiente. ¿Qué explicación se daría el hombre paleolítico o, mucho más atrás, el australopiteco, de las sombras y ruidos y susurros y ovimientos inesperadamente presentidos, en su precario cobijo bajo una roca, durante la noche, en medio de una naturaleza hostil que le cercaba como una inmensa trampa? Dislocada por el terror, distorsionada por el sueño y por la segura amenaza de lo desconocido, la imaginación, como un espejo de feria, podía presentarle mezclas inconcebibles de formas vivas, realidades dilatadas y deformes, que se acomodasen a la tensa expectación del instante. Para nuestros antepasados, lo inexplicable equivalía a peligro. Lo que produce terror es aquella presencia que sugiere amenaza y cuya naturaleza se desconoce; y esa emoción, fijada fisiológicamente en nuestro tejido nervioso desde los tiempos oscuros, subyace ahí, en los estratos inferiores de nuestra conciencia, dispuesta a aflorar en un momento dado. «Los niños siempre sentirán miedo a la oscuridad, y el adulto, con una mente sensible a los impulsos hereditarios, siempre temblará al pensar en los mundos insondables y latentes de una vida extraña, que existen en los abismos planetarios, o envuelven espantosamente nuestro propio globo en unas dimensiones impías que sólo la muerte o la locura pueden vislumbrar.»
Esta idea del terror cósmico es prácticamente central en todos los relatos de William Hope Hodgson (excepción hecha, quizá, de Carnacki, íhe GhostFinder, colección de aventuras de un detective de lo preternatural, en las que, no obstante, el autor no renuncia a una atmósfera de poderes ocultos y fuerzas que acechan en el límite de la conciencia humana); pero de un modo muy especial está presente en La Casa en el confín de la Tierra. Aquí, el terror presenta una doble y hasta triple vertiente: primero, aparece encarnado en una multitud de formas pesadillescas, semihumanas, nauseabundas impías (nauseabundo e impío, así es como Lovecraft define después lo tremendo sobrenatural; los adjetivos son hodgsonianos), que surgen de los abismos del mundo, de lugares que las cartas geográficas no alcanzan a registrar, y asedian no se sabe muy bien si la vida o la razón del Recluso.
En segundo lugar, en la visión del drama cósmico, cuyo último acto es el fin de las esferas siderales. Hodgson tiene otra novela mucho más larga, El país de las tinieblas (1912), en la que desarrolla con gran amplitud el misterio de los últimos momentos del cosmos con idéntica fuerza descriptiva.
Un tercer aspecto del terror hodgsoniano es el que podría denominarse de la mordedura en la carne; pero creo que de éste no tengo derecho a hablar aquí, aunque sí puedo decir que Hodgson lo emplea en muchos de sus relatos cortos.
En cuanto al viaje, pienso que no cabe concebirlo como una empresa de carácter iniciático y ritual. No existe prueba alguna, ni lucha u ordalía, ni se conquista estado alguno al final. El Recluso, un anciano, se asoma, en virtud de este viaje, a un plano inexplorado de la realidad en que se siente inmerso, alcanza una perspectiva insólita, distinta, desde la que le es dado contemplar prodigiosas realidades cósmicas y oníricas, y conectar incluso con lo trascendente sobrenatural. Por lo cual, es más bien mágico, o mejor aún brujeril, en el mismo sentido que las brujas revelaron sus desplazamientos al lugar de sus aquelarres.
Y digamos, para terminar, que no hay sólo una sorprendente afinidad de principios estéticos entre Hodgson y Lovecraft, sino también de elementos retóricos, si bien los relatos son, en el primero, siempre despreocupados, inconsistentes, frente al modo de escribir un tanto «recetario» de Lovecraft. Pero esto justamente les confiere una enorme frescura y espontaneidad, y contribuye a hacer más densa la atmósfera de incertidumbre y de misterio en que se desarrollan sus distintos planos.
F. TORRES OLIVER
Título original: The House on the Borderland
Autor: William Hope Hodgson
Género: Terror
Saga: Trilogía del Abismo. "Los botes del Glen Carrig", "La casa en el confín de la Tierra" y "Los piratas fantasmas"
Argumento: Durante una excursión por el oeste de Irlanda, los señores Tonnison y Berreggnog asisten con asombro a un curioso descubrimiento: ante sus ojos aparece semienterrado un extraño manuscrito que recoge las vivencias de una terrible historia. Hace algunos años, cerca del pueblo de Kraighten, se alzaba un caserón solitario que constituyó el centro de fuerzas diabólicas.
Su único morador, un viejo que todos tomaban por loco, decía sufrir el asedio de híbridas criaturas que le tenían atormentado. Sin embargo, esta no era su mayor agonía: ¿Quién podía soportar el horror de la visión de la destrucción del sistema solar? Un suceso escalofriante que quizás no esté tan lejano...
William Hope Hodgson (1875-1918) es sin duda uno de los representantes más originales de lo quese ha dado en llamar el «cuento materialista de terror». La asombrosa facilidad de Hodgson pararecrear atmósferas angustiosas y oprimentes fascinó a H.P. Lovecraft y los escritores de su círculo. A propósito de esta obra, decía Lovecraft: «La casa en el confín de la tierra (1908) -quizá la mejor de todas las obras de Hodgson- trata de un caserón solitario y temido de Irlanda, que constituye el centro de espantosas fuerzas del trasmundo y soporta el asedio de híbridas y blasfemas anormalidades que surgen de secretos abismos inferiores. Los vagabundeos del espíritu del narradordurante ilimitados años-luz del espacio cósmico y kalpas de eternidad y su asistencia a ladestrucción final del sistema solar, son algo casi único en la literatura fantástica. Por lo demás, a lolargo de la historia se pone de manifiesto la capacidad del autor para sugerir horrores vagos yemboscados en un escenario natural.»
PRELIMINAR
Del Manuscrito descubierto en 1877 por los señores Tonnison y Berreggnog, en las ruinas que se encuentran al sur del pueblo de Kraighten, en el oeste de Irlanda. Publicado aquí, con notas.
A mi padre
(cuyos pies pisan los ecos perdidos)
«{Abre la puerta,
Y escucha! Sólo el rugido
apagado del viento,
Y el resplandor De
jirones en torno a la luna.
Y, en la imaginación, los pasos
De unos pies evanescentes
Allá, en la noche de los muertos.
»¡Chíst! Escucha
El llanto doliente Del
viento en las tinieblas.
Escucha, sin suspirar siquiera,
Los pies pisan los evos perdidos:
El ruido que trae tu muerte.
¡Calla y escucha! ¡Calla y escucha!»
Los pies de los muertos
Índice:
INTRODUCCIÓN AL MANUSCRITO
PESAR
1. EL HALLAZGO DEL MANUSCRITO
2. LA LLANURA DEL SILENCIO
3. LA CASA DE LA ARENA
4. LA TIERRA
5. LA BESTIA DEL POZO
6. LAS BESTIAS-CERDOS
7. EL ATAQUE
8. DESPUÉS DEL ATAQUE
9. EN LOS SÓTANOS
10. EL TIEMPO DE LA ESPERA
11. LA INSPECCIÓN DE LOS JARDINES
12. EL POZO SUBTERRÁNEO
13. LA TRAMPA DEL SÓTANO GRANDE
14. EL MAR DEL SUEÑO
15. EL RUMOR DE LA NOCHE
16. EL DESPERTAR
17. LA ROTACIÓN DECRECIENTE
18. LA ESTRELLA VERDE
19. EL FIN DEL SISTEMA SOLAR
20. LOS GLOBOS CELESTES
21. EL SOL OSCURO
22. LA NEBULOSA OSCURA
23. PEPPER
24. PISADAS EN EL JARDÍN
25. LA ENTIDAD DE LA ARENA
26. LA MANCHA LUMINOSA
CONCLUSIÓN
Escuchar el libro: Lista de reproducción.
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